Temí entregarme a ritmo fugaz,
temí volver a Mostar interés afín.
temí acercarme a ti por mi pasado,
temí herirte con mi presencia.
Tenía miedo de encantarte,
mi igual, mi contraparte,
temía poder soñarte,
mi igual, mi semejante.
La amargura marcaba mis venas,
cuchilla fulgurante mi mente fue,
deslizaba mi mente por las venas,
el dolor no era sino paz… al fin.
Tu rostro, ese rostro inquisitivo,
esa mirada entre sombras dibujada,
esos ojos misteriosos y dadivosos,
esos labios, castos, sinceros, tuyos.
Nunca encantarte supe, temíalo,
me encontraste tú, en funesto momento,
viste mis heridas, curaste mi tortura,
mimaste mi febril insomnio con tu toque.
Adolecía de herida mental y mortal,
en mi vanidad intenté apartarte, asustarte,
no merecía tu piedad, ni tu ferviente paz,
mi mente cortaba mi alma en rebanas de fina hiel.
Rendida tu alma se fragmentó, lloraste,
con miedo a romperte, te abracé,
tus heridas se sanaron, tus lágrimas a mí,
sombra a las sombras y heridas pigmentadas.
Tus heridas pasaron a ser mi olvido,
mis heridas pasaron a ser tu condena,
has llegado a mí, así como yo a ti,
dos almas torturadas que se complementan.
Temí herirte con mi presencia, terror sentía,
temías herirme con tu pasado, nuestro futuro,
yo soy tan tú, como tú lo eres yo, completes,
una extraña dualidad de una moneda de una sola cara.
Tú eres mi reflejo así como tuyo lo soy,
una dualidad que no es dual sino unidad,
una unidad de inmaterial materia discordante,
somos umbra, que no luz, somos el eterno.
Fuimos seres completos en su día,
somos seres incompletos a hoy fechado,
una sombra que anhela fusión en el eterno,
un eterno que en la sombra curar pueda.
Las heridas no las cura ni el sol, ni el alcohol,
sino las sombras de la noche, es la noche,
la oscuridad que desvela nuestro sueño,
sino fuste tú, fui yo quien la invocó.
Anhelamos la luz, una luz que nos daña,
anhelamos un dual que nos hiere,
porque así nos enseñaron que debía ser,
porque así nos enseñaron que debíamos querer.
No es la umbra lo que me asusta, soy yo,
no es al dolor lo que yo temo, sino a causarlo,
no es tu filo lo que temo abrazar, sino a ti,
no es herida lo que sangra profusa, sino mente.